Encontrar cosas que nos hagan felices no debería ser tan difícil
Algo pasa cuando te sientas en un banquillo, es como si todas las luces se apagaran y solo existieras tú. La mente ahoga los sonidos, la vibración del estadio se acompasa con el ritmo del corazón, tu campo de visión hace un embudo sobre lo inmediato y de repente no estás en el banquillo, estás dentro. Formas parte de ellos.
La gente, el campo, los empleados son como un escenario de cartón, salen volando a tu paso. A veces se me olvida esa sensación, por eso me encanta recordar esos momentos donde los problemas y los sonidos desaparecen. No hay nada que te preocupe excepto lo que tienes delante. Quizás esa sea una de las mejores lecciones que he recibido a lo largo de este tiempo, saber aferrarme a estos momentos tan sinceros, apreciarlos un poco más.
Encontrar cosas que nos hagan felices no debería ser tan difícil. Todos conocemos el dolor, el sufrimiento, las decisiones difíciles, pero no podemos permitir que su peso asfixie la alegría de un instante, pase lo que pase tenemos que encontrar las cosas que merecen la pena, correr hacia ellas. La fuerza viene de las cosas buenas, la familia, los amigos, la satisfacción del trabajo bien hecho..., esas son las cosas que te dan plenitud, a las que debemos aferrarnos en los momentos más difíciles.
Estos últimos años ampliando recorrido y viajando por distintas ciudades, he conocido costumbres, observado estilos, otra forma de hacer las cosas, de enriquecerme, de aprender a apreciar lo que realmente merece la pena. Y de eso se trata, de no dejar de formarse, para después llegar a ese instante en el que sólo estás tú, no hay nadie más.